24 Dic de escamas y salitre-anton luaces
La cita, en Muxía. Hacía frío y llovía. Un día típico de invierno. De esos que, de no ser un sábado, mantendría la flota en puerto. Y lo estaba. Entre otras cosas, porque los patrones, los tripulantes, los armadores, los jubilados „se me hizo raro que en el acto la presencia femenina fuese inexistente„ se reunían en el Salón do Voluntariado, donde los muxiáns han levantado un memorial en honor a aquellos que, por la catástrofe del Prestige, se entregaron en cuerpo y alma a la lucha contra el chapapote. Muxía, al igual que Carnota, se llevó la peor parte de ese visitante viscoso que todo lo invadió. Incluso el curriculum vitae de más de un político de alto copete y alguna que otra familia marinera que supo cobrar subvenciones sin merecerlas mientras sus miembros contemplaban desde el bar cómo una legión de ciudadanos sin fronteras se entregaban a la lucha por la vida de los que miraban.
Pero esta vez, Muxía reunía a buena parte de los que oliendo a salitre y con escamas hasta en las pestañas, se habían entregado y de qué manera a la defensa de la vida y los intereses de aquellos que, hace 25 años y en las faenas de la pesca, se mantenían ojo avizor porque en lugar de pescar peces, eran ellos los que podían ser «pescados» por un buque mercante que navegaba sin problemas por un dispositivo de separación de tráfico marítimo mal diseñado que cruzaba de Norte a Sur y de Este a Oeste los caladeros en los que los barcos de pesca más pequeños se la jugaban por el simple hecho de largar aparejos.
Estaban allí, en el salón de actos de la casa-salón de los voluntarios muchos de los que se enfrentaron a los intereses de los navieros porque estos no querían alejar el corredor de tráfico marítimo. Se contraponía el derecho a la vida de muchos a los intereses económicos de unos pocos. Y ganó la vida. Gracias a la tozudez, la insistencia, los cabreos, las pataletas justificadas, las idas y venidas constantes a Madrid, las discusiones, y el entendimiento con Manuel Panadero, un secretario general del Ministerio de Transportes que supo escuchar y evaluar los razonamientos de la gente de mar tan alejada de la casa de Campo y del Parque del Retiro de la capital de la Nación. Un hombre, Panadero, que no tuvo reparo en emocionarse e incluso llorar en esa mañana sabatina y muxiana en la que los marineros recordaron la entrega de Aetinape a una causa que debiendo defenderse sola, tuvo que ser presentada como la reivindicación de unos pueblos marineros „en este caso Muxía y Fisterra, porque los demás abandonaron la lucha„ que optaron por seguir oliendo a salitre y cubriéndose de escamas y con un cierto resguardo para sus vidas en un mar que no siempre ayuda a sobrevivir.
Muxía abrió un camino para el que Aetinape tenía la llave. Y el sábado, 14 de diciembre de 2019, lo recordamos todos los presentes porque, además, se abrió también una vía a la atención al mar en su vertiente más ecológica: la lucha contra la basura marina.