17 Dic DISCURSO PRESIDENTE JOSE M.MUÑIZ-ACTO MUXÍA
Museo del Voluntariado-Muxía-14 de diciembre de 2019
Acto Institucional en recuerdo del Dispositivo de Separación del Tráfico Marítimo de Fisterra
Queridas amigas, queridos amigos
Antes de nada, muy buenos días por acercaros a este acto de justicia y recuerdo. Gracias a las personas, a todos y cada uno de vosotros, a las Cofradías, a las instituciones locales de la Costa da Morte, especialmente al Ayuntamiento de Muxía por su colaboración en la organización de este acto, al pueblo de Muxía, a la sociedad civil, al resto de las autoridades.
Y gracias por aceptar nuestra invitación a los amigos que contribuyeron en su momento a que el Dispositivo de Separación del Tráfico Marítimo de Fisterra sea una realidad.
Este salvavidas, esta autopista invisible fue un claro ejemplo de como la unión entre las personas y la constancia en los objetivos dieron lugar a una victoria.
Quizás una de las pocas victorias que se consiguieron desde abajo, sin que inicialmente su reivindicación estuviese en la agenda de ningún grupo fáctico, de ninguna corporación o estamento de poder.
Eran tiempos duros para la pesca de bajura en esta costa brava, épica y de profunda raigambre pesquera, en la que los puertos son el corazón de las villas y las familias marineras el alma del paisaje.
Se contaban por docenas los abordajes, los grandes mercantes, ayudados por los faros de Fisterra, Touriñán o Vilán, se separaban lo justo para no ir a dar con las piedras que alimentan la larga historia de naufragios de este país, de esta costa mítica.
En mayo del 91, fuimos convocados por las Cofradías de Muxía y Fisterra y los patrones de la flota de litoral. Aqui vinimos, a Muxía, al Km cero de esta lucha. Aquí hablamos con ellos y no tardamos en ponernos a la faena. Era una batalla justa, que valía la pena, que tenía un objetivo claro por encima de todo lo demás: salvar vidas humanas.
Nada hay más noble y profundo en la política o en la economía que preservar la vida, la seguridad de las personas, de los trabajadores, sobre todo en un medio tan hostil, como el mar.
Constatamos que no se controlaba el denso tráfico marítimo frente a Fisterra, que a nadie le preocupaba que nuestra gente fuese trágicamente agredida en ese área de violencia marítima que suponía la anarquía en la navegación.
Unimos nuestras manos sin perder más tiempo. Analizamos la situación, juntamos todos los datos que teníamos, avisamos a los periodistas, algunos de ellos también aquí presentes, implicamos a toda la gente que pudimos. Casi todos respondieron. Algunos nos miraban de reojo. Los dejamos en su libertad de no participar, pero no hicimos de eso un problema. Lo que no viene a sumar, que no venga.
Conformamos así un grupo compacto entre las cofradías de Fisterra y Muxía, patrones de la flota de litoral y Aetinape. Mesas de análisis, informes, ruedas de prensa con la reivindicación esencial: que los grandes barcos naveguen más afuera, sin interferir en los bancos de pesca.
Las primeras interlocuciones con el Estado fueron decepcionantes. Alguno no entendía el problema, o no quería entender, pero enseguida apareció gente sensible y decidida, y permítanme que nombre aquí a don Manuel Panadero, en ese momento Secretario General para los Servicios de Transportes del entonces Ministerio de Obras Públicas y Transportes, que encaminó el problema hacia su solución.
Me vais a permitir que me detenga un momento en los instantes de la aparición en escena de este hombre que hoy nos acompaña. Estábamos desesperados de peregrinar por los despachos de Madrid competentes en esta materia. Ya nos habían dicho que tecnológicamente era imposible controlar todo eso. Ya nos habían advertido de las presiones de las grandes navieras y en el encarecimiento de los costes por tener que hacer rutas más amplias. Ya habíamos escuchado la cantinela de que la inversión sería inmensa e inabordable.
Cuando ya teníamos todo perdido, porfiamos e intentamos un paso más. Fue aquí cuando apareció Panadero. Acudimos a su despacho pesimistas y casi seguros de que la respuesta sería la misma: no se puede.
Pero no. Todo lo contrario. Fue una de las reuniones más fructíferas en las que he estado. Descubrimos una persona sensible, que fue quien de entender los problemas de los que le hablamos, que fue quien de entender el valor de la vida humana en el mar.
Salimos de esa reunión con los ánimos recobrados, con la esperanza de ver que algún día los grandes barcos se alejarían de la Costa da Morte. Fue, como dijo un compañero nuestro, nuestro Ángel de la Guarda.
Claro que suponía una altísima inversión, un sistema de seguridad muy caro. Pero si alguien en esta sala sabe cuánto cuesta la vida de una persona, de una sola persona, que lo diga. Panadero lo entendió a la primera, y por eso estamos hoy aquí con él para agradecérselo.
Los accidentes, cuando son evitables con ayuda de la tecnología, no son accidentes. Son muertes inducidas por la pasividad o la corrupción moral.
Desgraciadamente todos y todas tenemos en la cabeza episodios desgraciados.
Nadie cuestiona los semáforos en los cruces de las ciudades. Nadie las torres de control de los aeropuertos, nadie los sistemas de frenados de los trenes veloces, nadie los límites de velocidad de los coches o los pasos de peatones.
Pues el mar de la Costa da Morte no era menos. Precisaba su gran dispositivo de seguridad y gracias a nuestros esfuerzos, y especialmente a personas como Manuel Panadero, que desde las instituciones se hicieron eco de nuestro mensaje, fue posible
Y cuando ya habíamos conseguido que el dispositivo se pusiera en marcha, aun tuvimos energía para otra batalla conjunta. Las tarifas de salvamento. Es cierto que los servicios públicos debemos pagarlos entre todos, pero siempre de manera justa.
No resultaba coherente que especialmente este sector de la flota tuviese que pagar tarifas semejantes a las de los grandes buques, por lo que comenzamos a luchar por unas tarifas progresivas y eficaces. Y también lo conseguimos.
Conseguimos sobre todo que salvar un pequeño pesquero no fuese más caro que el valor del propio barco, como a veces acontecía. Conseguimos de nuevo unas tarifas justas y proporcionadas.
Por eso quisimos, cuando ya pasaron varias décadas, recordar estos episodios como parte de nuestra historia, de la historia del mar de Galicia, de la Costa da Morte.
Recordar esta autopista invisible que surgió de nuestra propia inteligencia, de nuestra acción coordenada y eficaz, de nuestra tenaz insistencia en no querer resignarnos a seguir perdiendo vidas humanas.
Y permitidme también recordar que nuestra Asociación, AETINAPE, siempre tuvo el compromiso de ir más allá de lo meramente corporativo. Somos un grupo de profesionales marítimos, de navegación, de máquinas navales, de técnicas de pesca. Pero sobre todo, somos personas preocupadas por la gran familia del mar, por toda la población marítima, sea cual sea su función a bordo.
Por eso hoy tuvimos la iniciativa de acordarnos de todas las personas que con su propia luz alumbraron nuestro camino, personas que homenajearemos en este acto de recuerdo y admiración.
Personas que muchas de ellas están aquí, y otras que por desgracia ya no nos acompañan, aunque si sus familias, que tendrán así un recuerdo de la valentía de aquellos hombres que pusieron toda su fuerza en hacer el bien común, en reivindicar lo justo, en conseguir cosas buenas para todos y todas.
Personas como los patrones mayores de las Cofradías de Fisterra, los fallecidos Manuel Buján y Juan Domínguez y de Muxía, Carlos Barrientos.
Como los patrones de pesca José Arufe, José Antonio Calo, Faustino Santiago, Antonio Gallego y Alejandro García, que representan aquí a otros muchos que también estuvieron comprometidos en esta lucha.
Personas como los periodistas Antón Luaces de Radio Nacional, Xosé Ameixeiras de la Voz de Galicia, Xusto López Carril de la Radio Galega o Estanislao García de la Televisión de Galicia, personas que se volcaron con este tema y sin los que la presión que ejercimos sería sin duda menos efectiva.
Personas como Vicente Yáñez, por su colaboración siempre intensa en materias de formación y seguridad marítima, sin duda uno de los pilares de nuestra Asociación.
Y por último, personas como Manuel Panadero, hoy comprometido con actividades profesionales fuera de la Administración Pública, pero que en su momento resultó, como ya he dicho, el peldaño principal para que el Estado tomase en serio nuestra reivindicación y activase el enorme complejo de control del tráfico marítimo en Fisterra.
Todas y todos merecen hoy nuestro homenaje. Pero hay personas que también lo merecen y no las podemos olvidar. Todos esos hombres que cayeron durante décadas víctimas de los siniestros marítimos, esas personas que desgraciadamente acabaron sus vidas sembrando seguridad para las vidas de los demás, germen de toda esta historia.
Para ellos, por supuesto, nuestro mejor recuerdo.
Gracias a todas y a todos.
No os voy a hablar de lo que es el Dispositivo, porque ya lo tenéis bien explicado en la publicación que se os entregó, junto con algunas referencias informativas que en aquel momento asomaron a los periódicos.
Solo quiero aprovechar para presentaros a las personas que me acompañan en la mesa, que os van a saludar y hablar de su propia relación con aquel momento de buena lucha y mejores resultados.
Muchas gracias.