2011-OPINIONES

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NO QUEDA NADIE

Por Antón Luaces
(Publicado en el periódico La Opinión, 21/11/11)

Primero se llevaron a los judíos; pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde, ya que no queda nadie a quien pueda pedir ayuda».

La reflexión corresponde al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht y viene como anillo al dedo ante las críticas que se realizan mutuamente los empresarios pesqueros españoles, las organizaciones ecologistas y una organización profesional como Aetinape, de los titulados náutico-pesqueros.

Los ecologistas, en su línea habitual, manifiestan su preocupación por el estado de los recursos marinos, especialmente el de las especies comerciales; los armadores y sus representantes hacen recaer en los ecologistas intereses que van más allá del ecologismo y los acusan de defender a quienes les subvencionan (nada nuevo a estas alturas) para mantener su estatus particular al tiempo que dan servicio a aquellos que pueden ver en el sector pesquero español una amenaza. Los titulados náutico-pesqueros defienden los puestos de trabajo de sus asociados en el sector pesquero, algo que tampoco resulta novedoso porque, evidentemente, defienden «lo suyo».

Curiosamente, unos y otros han estado unidos en circunstancias que precisaron de esa unión, caso, por ejemplo, de la campaña contra las redes de deriva que, siendo perjudiciales para los animales marinos e incluso las aves, lo eran asimismo para los intereses de los pescadores españoles -por ejemplo en la campaña del bonito-. En Aetinape también se sintieron perjudicados por el daño que ese tipo de aparejo causaba al medio marino y se apoyó decididamente todo aquello que fuese en la línea de evitar que los pesqueros franceses o irlandeses continuaran depredando los mares con unos artilugios de muchos kilómetros de longitud y demasiados metros de altura.

Es decir, cuando están en juego determinados intereses, los armadores se alían con los demonios ecologistas; los ecologistas van en busca del apoyo de los armadores y pescadores en general, y los titulados náutico-pesqueros simplemente se dejan querer.

Pues qué quieren que les diga: si los ecologistas actúan en función de sus intereses económicos, los armadores no les van a la zaga. Y Aetinape sigue la estela al defender a quien ocupa un puesto de trabajo a bordo de un pesquero -desconozco si son titulados náutico-pesqueros los que patronean las embarcaciones de Greenpeace, Oceana, etc.- que, pesque lo que pesque, cómo o dónde lo pesque, es un miembro de la entidad.

Está claro que el mar no es un criadero por tiempo infinito de soluciones pesqueras a las demandas de los 7.000 millones de habitantes del globo terráqueo. Es evidente que se han perdido (desaparecido) centenares de especies de peces y mariscos como consecuencia de la acción más o menos depredadora del pescador y que muchas otras especies, según informes de la FAO, se encuentran en peligro de desaparición por sobrepesca. No es menos cierto que las medidas que se aplican en Europa para reducir ese riesgo de colapso se adoptan en el seno de la Comisión Europea y parecen encaminadas a potenciar el sector pesquero de países terceros en contra de uno de los principales productores comunitarios -Galicia, y con Galicia España-, como tampoco es mentira que esa reducción en las pesquerías afectan a los armadores y, consecuentemente, a quienes tienen la pesca como oficio, como trabajo, como modo de supervivencia económica.

Pero los peces se acaban. Y dentro de diez años, los puertos pesqueros gallegos serán un cementerio de silencios ganados a pulso porque los unos por los otros y la casa sin barrer: tú me culpas, yo te culpo y el de enfrente acusa a todos. Nadie evita que la despensa del mundo se agote y las proteínas que reclaman centenares de millones de habitantes del planeta Tierra se vayan por el mismo camino que se van los stocks hacia el infinito «y más allá» de la alcantarilla.

Armadores, ecologistas y Aetinape tendrán que convenir que el anteriormente citado Bertolt Brecht sabía lo que decía cuando manifestó que «porque no me fío de él, somos amigos» o que «cuando el delito se multiplica, nadie quiere verlo».

Apliquémonos cualquiera de las frases, porque todas tienen un destino