NUEVO ARTICULO DE ANTON LUACES

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Plata al mérito pesquero

Es probable que para buen número de profesionales de la pesca la tarea desempeñada hasta ahora por el Servizo de Gardacostas de Galicia no sea demasiado relevante. Pero si a la actividad de dicho servicio añadimos el que prestan los helicópteros Pesca 1 y Pesca 2 (actualmente en entredicho por el mercadeo al que se han visto sometidos) el valor que la gente de mar otorga a los guardacostas gallegos es muy otro.

Me explico: El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente ha entregado al citado Servizo de Gardacostas de Galicia la Placa de Plata al Mérito Pesquero.

Tal distinción se concede por la trayectoria, labor y colaboración del Servizo con el Gobierno central en materia de control e inspección pesquera, salvamento marítimo y lucha contra la contaminación marina.

Hasta aquí, todo correcto. Lo que no me encaja es que, siendo el Servizo de Gardacostas de Galicia el más significado de cuantos existen en España dadas las condiciones en las que su personal ha de trabajar en muchas ocasiones, la concesión de esa placa de plata -que será, probablemente, de alpaca- en un acto celebrado en la sede del Ministerio para premiar a personas o entidades por su «destacada actuación a favor de los sectores agrario, pesquero y alimentario», no es que sea un demérito, sino que resta importancia realmente a un galardón que, sin duda, es merecido para aquellos que han prestado sus servicios en el salvamento marítimo y, en menor medida, en la lucha contra la contaminación marina (que a pesar de haberse producido en distintas oportunidades y en aguas dependientes de la Administración gallega, en contadísimas ocasiones -salvo los casos del Aegean Sea o el Prestige– no han revestido mayor importancia en cuanto a la contaminación generada).

Merecida, pues, la placa de plata, creo que los profesionales de la pesca gallegos no habrán hallado méritos suficientes para que se reconozca la tarea de unos funcionarios que parecen alentados desde la propia Administración para ejecutar órdenes que parecen encaminadas exclusivamente a coartar toda posibilidad de pescar. Si esto es colaborar con el Gobierno central, no serán nuestros marineros los que aplaudan porque ahítos están de aguantar tanta inspección, tanta persecución y tanta llamada al orden por cuestiones menores: desde el calamento de nasas por tiempo indebido o por incorrecta identificación, a unos kilos de más en las capturas respecto a los cupos admitidos por la Xunta para especies como el jurel, la sardina, etc. Pecados menores que se resolverían, probablemente, con un rapapolvo y sin el «escándalo» propio de una persecución en búsqueda de fariña. Porque nuestros pescadores se ven acosados, aseguran, como si fueran narcotraficantes.

Otra cosa es, digo una vez más, el riesgo en el que se ven involucrados los responsables de los salvamentos en la mar que, en muchas ocasiones, arriesgan sus vidas para salvar las de los hombres y mujeres -casi siempre hombres- que precisan de su ayuda por un accidente -a veces un simple incidente-. Esto sí es valorado por el marinero y creo no equivocarme si digo que la mayoría de ellos aplaudiría un reconocimiento oficial del Ministerio de Agricultura y Pesca a quienes lo ejecutan en condiciones no siempre satisfactorias.

Lo demás viene a ser un simple acto administrativo que, mire usted, se agradece perro no tiene mayor valor.